Desde tiempos inmemoriales los hombres se han sentido fascinados por la posibilidad de crear de seres artificiales, la construcción de inteligencias mecánicas que nos ayuden a nuestras más pesadas o peligrosas tareas, que nos auxilien a investigar el origen del cosmos o sus secretos, pero lo más importante, a tratar de atisbar en su imagen simbólica especulante, el reflejo de nuestro propio ser de humanos, ser de anhelos y de esperanzas nunca totalmente colmadas: seres de sed, con sed de ser, siempre.
La fascinación por los robots
Desde que el famoso escritor checoslovaco Karel Capek acuñara el término “robot” para una obra literaria suya en la década de los treinta, este nos ha venido acompañando dentro del imaginario cultural de la civilización moderna de una manera casi obsesiva. Posteriormente el extraordinario autor de ciencia ficción Isaac Asimov fue quien mejor abordó este tópico desarrollando notables criaturas literarias que emulaban los distintos aspectos en el que los seres inteligentes artificiales podían ser proyectados: desde la ominosa presencia abrumadora de la supercomputadora Multivac, hasta la ternura del robot Robbie. También el visionario literato Philip K Dick elaboró algunas de las mejores perspectivas, inquietantes y devastadoras como es propio de su estilo, acerca de los robots, baste citar únicamente las planteadas en su relato “La segunda variedad” o también en su brillante novela “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas’”, misma en la que se basaría la obra cinematográfica de culto Blade Runner (1982) que dirigió Ridley Scott.
El mejor amigo de los niños
Toda esa atracción irresistible por la inteligencia artificial y sus desarrollos variopintos la podemos ver canalizada en ciertos juguetes infantiles de vanguardia, que en mucho son un parámetro y medio de determinación de las mentalidades del porvenir. Tal es el caso de un lanzamiento en este año por parte de la poderosa empresa juguetera Hasbro, con motivo de un aniversario más de su creación: Kota el Triceratops que es un dinosaurio robot que se sirve de 11 sensores para responder a los estímulos motivados por el tacto y el sonido, y que además, mueve su cola y gira su cabeza. Kota también puede emitir algunas” melodías de aventura”. Sobre la espalda de este simpático aparato los niños podrán disfrutar de la experiencia, y la imaginación lúdica, de montar un dinosaurio. Kota el Triceratops incluye verduras de hoja, simuladas, como aquellas con las que los dinosaurios se alimentaban. La edad recomendada para su uso es de 3 años o más. Funciona con 6 baterías D y su precio de venta estimado es de $300USD (220 Euros).