Los nuevos tiempos parece que traen siempre nuevas enfermedades. “Me gusta jugar, porque la gente no puede verme, ellos aceptan mi personalidad online, puedo ser bueno en algo y me siento parte de un grupo”. Pensar y sentir así llevó a George (aunque ése no es su nombre real), un chico de 18 años, al punto de pasarse diez horas al día delante del ordenador jugando a los videojuegos. Ahora, está en el centro Smith & Jones, en Amsterdam, la primera y única clínica de Europa especializada en el tratamiento de los jugadores compulsivos, y que fue abierta en 2006 en Amsterdam.
Este tipo de pensamientos que pasan por la cabeza de George significan, para Keith Bakker, fundador del centro, que “el problema de la adicción a los videojuegos es el resultado de la sociedad en la que vivimos hoy en día” y que, a pesar de que inicialmente aplicaban a los jóvenes jugadores compulsivos tratamientos basados en los modelos tradicionales contra el síndrome de abstinencia del alcohol u otro tipo de drogas, ahora han evolucionado hacia actividades que les ayuden a desarrollar sus habilidades sociales y de comunicación. Bakker cree que sólo un 10% de los jugadores compulsivos puede considerarse que muestra síntomas adictivos. El 90%, para él, es ejemplo de un “problema social”.
Ante un escenario en el que el 80% de los jóvenes que pasan por el centro han sufrido bullyng en la escuela y se sienten solos, por lo que se refugiaban en escenarios lejos de la vida cotidiana real, la solución ha sido ofrecerles un sitio “donde su voz pueda ser escuchada y donde puedan sentirse aceptados”. Cientos de jóvenes han podido así reconstruir sus vidas. Pero, según Bakker, “eso no puede hacerse sin la atención e intervención de sus padres y profesores”.
Fuente: BBC News