¿Cuál es la mejor edad para explicarle a un niño que no existe Santa Claus?
Independientemente de que cada familia ha de tomar esta decisión de acuerdo a su circunstancia, es conveniente reflexionar un poco acerca de una eventualidad cotidiana que en primera instancia parecería no cobrar relevancia alguna, pero que, como veremos a continuación, en su acontecer se juega el sentido todo de una existencia, y por lo tanto el mundo entero tiene que ver, se ve determinado, por los avatares del desencanto infantil.
Imaginación y existencia
Los niños muy pequeños, de hasta dos años por ejemplo, parecen experimentar el mundo de una manera holística. No hay conceptos a esta edad: las percepciones y la satisfacción de las necesidades primarias se confunden con las fantasías y los sueños. Pero es muy importante subrayar que aunque el niño vaya encaminando su pensamiento, su experiencia vital, de acuerdo al entorno que le corresponda, esta dimensión de plenitud de realidad suya, no es falsa ni desacertada en lo absoluto: es una manera singular de experimentar el mundo, tan real como la de la adultez. La creencia en Santa aquí tiene su terreno germinador. Tristemente, aquella perspectiva primera de la infancia se difumina con el tiempo, en el espacio de nuestra memoria.
Cuestionamientos: vías hacia un criterio propio
A una edad posterior, digamos entre los cuatro y los seis años, los niños comienzan a maravillarse de la realidad y sus cosas. Ellos expresan esta inquietud particular por medio de un preguntar desenfrenado. Esta es una etapa capital en el desarrollo de un criterio propio para toda persona, porque de acuerdo a la respuesta, la atención, la paciencia, que reciba el niño que cuestiona acerca de todo, será proporcional el crecimiento, la hondura, la apertura de su criterio personal de cara al futuro de su propio ser. Así entonces, esta es la edad en la que los detalles acerca de la existencia de Santa Claus ameritan ser complementados por medio de una motivación hacia el niño en el ejercicio de su propia imaginación. La figura de Papa Noel como un motor de crecimiento de la existencia personal: preguntar acerca de algo para poder imaginar, pensar; en ultima instancia, ser más.
Creer como crear
Finalmente entre los seis y los ocho años comienza una etapa de cierto escepticismo: la socialización acentuada del niño le abren diferentes perspectivas del mundo y la suya, la que fue todo para el dentro del ámbito hogareño, se dispersa en múltiples experiencias de vida compartidas en la escuela. Esta entonces sería la mejor edad para hacer que un niño deje de creer en Santa Claus. Y sin embargo, como ya vimos, la creencia anterior no debería ser desechada simplemente para arrojar al niño a un mundo de pragmatismos y estéril sentido común. Más bien sería conveniente hacerle tomar conciencia que dejar de creer en Santa Claus es una oportunidad de crearse en él. Reconocer que la magia de este personaje no es una invención, sino que siempre ha estado en nosotros, ha tomado de nuestro ser su ser. Y esta retroalimentación del mundo fáctico con la trascendencia de las creaciones imaginarias, no es más que una apertura sana y provechosa a una experiencia hermenéutica de vida más rica y gratificante. El mundo puede serlo todo para quien puede creer y crearse en ello.